Cuentos taciturnos

Sin titulo

Estaba sentadita, así como cuando un niño espera a que su papá lo lleve a dar la vuelta un domingo por la mañana, de esos domingos que pintan para ser perfectos. Llevaba un vestidito rosa (no era el color preferido, ni si quiera el atuendo idóneo para los juegos que llenan de tierra, pero aún así lo vestía con gracia), usaba
zapatitos chistosos, (a falta de una definición al término "chistoso" ya podrán imaginarlos), todos blancos, con moñitos (dicho todo en diminutivo para ser más infantil) y una coleta desenfadada, mal hecha (yo misma la hice).

Estaba sentadita simulando paciencia, pero estaba más inquieta que el viento juguetón que te desordena toda tu tranquilidad, estaba con unos años primorosos, ingenua, tan niña, niñísima
con los ojos nobles, con los dientes molones por los dulces, con las manos medio limpias, estaba así como cuando te "anda del baño" y te aguantas mucho, impaciente quise decir , porque lo esperas a el, a ese señor grandote, con los ojos llenos de experiencias, con las palabras poco sutiles porque hablan con un niño, lo esperaba a el, a mi padre, tan gruñón con los viejos, tan querendón conmigo, solo conmigo, tan bueno él viejo

Pero, no se en que momento me levanté de ese espacio de banqueta chueca y descubrí sus arrugas tan marcadas, sus canas, sus enojos, sus retos, sus ofensas. ¡Chingaderas! todas esas, y me preguntaba ¿Podré hacer algo por él? porque nos carga toditita la fregada dada su actitud y nomás las palabras no me llegan tan facilmente, se me estruja la pancita, se me alborota el corazón tan dañadito por derribo, se me ponen las manos de barro, de tanto amazazar al dolor, se me secan las lágrimas y la ternura no para ofrecer a los demás; sino conmigo nomás.

Y es que de repente estoy más grande que una de mis primas que mide como 1.50 cm, tengo más añitos que mi sobrina, la muy coqueta que siempre quiere que la peine y pinte como su mamá, y es que de pronto tengo más palabrotas, libros rondando por mi cabeza, uno que otro poeta, un cantante que no es de moda ultimamente me acompaña, el señor Serrat, que de aquellas pequeñas cosas va calmando mi más herido sentimiento, como arropando la ausencia del viejo que más quiero, que más me quiere pero que se desvanece, y yo de frente a la luna blanca grandota que me asusta por la ventana de mi cuarto que no tiene cortinas, ni persianas ni nada porque me da miedo no ver entrar la luz del faro de la calle, la luna me asusta, pero el faro me alumbra, ¡vaya tontera!.

Y así sentadita me acuerdo de mi madre, mujer malvada, la peor de todas, porque a decir de Germán Dehesa: "Siempre ha estado el carácter de mi madre, que es una señora decente y con una brutal propensión al aburrimiento, a la condición sufridora, dramática: casi daba las gracias por cada dolor nuevo que le venía", si, así de mala es, tan mala que es la perfección de mi vida, sin duda alguna es ella lo más cercano a ese amor que a la "platica de amigos" he dicho: solo Dios te permite conocer, ¡A chingao! cuanta sensibilidad.

Pues así sentadita como una chamaquita me siento a contemplar las nubes, esas, las que puedo tocar apenas teniendo un dulce de algodón, sin importar el color, así se me hace que se sienten las nubes, tan dulcesitas.

Pero lo que si no puedo esperar sentada es que la nostalgia me cubra, pese a que hace mucho que no paro de "chillar", no puedo dejar que la osadía del dolor me llene todita como si no tuviera cosas que hacer, tomando en cuenta que ya soy mayorsita y mis estudios están por concluir,además la gente que me odia y que me quiere no me va a perdonar que me distraiga, así que me trago el dolor de panza, quizá si miro un poco a fuera la ciudad se derumbe y yo cantando. ¡Digo! no es que sea yo, nomás me gusta escribir.